
En Alicia en el país de las maravillas, la niña se queja con una oruga de que está muy confundida por los cambios de tamaño que ha sufrido. La oruga no encuentra nada sorprendente en ello. “Tal vez no lo hayas advertido aún”, dijo Alicia, “pero cuando tengas que convertirte en crisálida y mas tarde en mariposa, creo que te sentirás un tanto rara, ¿no te parece?
“En absoluto”, contestó la oruga. “Tal vez nuestros sentimientos son distintos”, dijo Alicia. Lo único que sé es que para mí resultaría muy extraño.
“¡Tú!”, dice la oruga con desprecio, “¿Quién eres tú?”
La mente humana no ha sido capaz de comprender el extraño crecimiento y desarrollo de la mayoría de los insectos. De huevo a larva en forma de gusano, luego a inerte pupa o crisálida, y de ésta a insecto adulto alado.
Hace mas de dos mil años, el filósofo griego Aristóteles, explico con sencillez, aunque con poca exactitud, esta sorprendente serie de transformaciones. “La larva, mientras está en desarrollo, escribió, es un huevo blando”. La comprensión más precisa de la compleja historia de la vida de los insectos no se desarrollo hasta las últimas décadas; en el siglo pasado la oruga seguía considerándose como “un huevo que se alimenta, crece y se mueve”.
Se ha llamado metamorfosis a este cambio de forma de la mayoría de los insectos, tal como la de la torpe oruga a la mariposa de brillantes alas. La mariposa no surge mágicamente de la oruga; más bien, es ella la verdadera forma de la especie, y el gusano es el “extraño” en esta secuencia. Es decir que tienen lugar dos cambios de forma: Uno de la pauta ancestral contenida en cada huevo a una oruga peculiar, y otro de la forma de oruga a mariposa en su forma ancestral. Sólo esta forma ancestral puede depositar los huevos tras fecundarlos, y así propagar su especie. No hay pruebas de cómo se produjo tan extraordinario plan de vida, pero obviamente es beneficioso para la supervivencia, pues cerca del 87% de las especies conocidas han desarrollado la metamorfosis compleja de huevo a larva y una retromorfosis a crisálida hasta llegar a la forma adulta primitiva.
“En absoluto”, contestó la oruga. “Tal vez nuestros sentimientos son distintos”, dijo Alicia. Lo único que sé es que para mí resultaría muy extraño.
“¡Tú!”, dice la oruga con desprecio, “¿Quién eres tú?”
La mente humana no ha sido capaz de comprender el extraño crecimiento y desarrollo de la mayoría de los insectos. De huevo a larva en forma de gusano, luego a inerte pupa o crisálida, y de ésta a insecto adulto alado.
Hace mas de dos mil años, el filósofo griego Aristóteles, explico con sencillez, aunque con poca exactitud, esta sorprendente serie de transformaciones. “La larva, mientras está en desarrollo, escribió, es un huevo blando”. La comprensión más precisa de la compleja historia de la vida de los insectos no se desarrollo hasta las últimas décadas; en el siglo pasado la oruga seguía considerándose como “un huevo que se alimenta, crece y se mueve”.
Se ha llamado metamorfosis a este cambio de forma de la mayoría de los insectos, tal como la de la torpe oruga a la mariposa de brillantes alas. La mariposa no surge mágicamente de la oruga; más bien, es ella la verdadera forma de la especie, y el gusano es el “extraño” en esta secuencia. Es decir que tienen lugar dos cambios de forma: Uno de la pauta ancestral contenida en cada huevo a una oruga peculiar, y otro de la forma de oruga a mariposa en su forma ancestral. Sólo esta forma ancestral puede depositar los huevos tras fecundarlos, y así propagar su especie. No hay pruebas de cómo se produjo tan extraordinario plan de vida, pero obviamente es beneficioso para la supervivencia, pues cerca del 87% de las especies conocidas han desarrollado la metamorfosis compleja de huevo a larva y una retromorfosis a crisálida hasta llegar a la forma adulta primitiva.