
También existen muchas otras criaturas menos notables: Milpiés de cien patas o más, enroscados bajo las piedras; arañas de ocho patas, agazapadas junto a las telarañas esperando presas de seis patas, como moscas, hormigas, escarabajos o mariposas y, bajo tierra, lombrices, ahora sin patas, abriendose camino a través del suelo. A qué se debe esta extraordinaria diversidad de formas corporales entre los animales? Para responder a esta pregunta es necesario remontarse a los comienzos de la vida y observar cómo han evolucionado las especies los últimos 3500 000 años.
Nuestra comprensión de la larguísima historia de la vida no es en modo alguno completa, pero la historia que se ha reconstruido hasta ahora, pese a ser incompleta, resulta fascinante. Al seguirla paso a paso es posible comprender por qué el milpiés tiene tantas patas y por qué la babosa no tiene ninguna; por qué las ranas deben permanecer cerca del agua; por qué las víboras no habitan en las partes más frías del mundo. Quizá la más importante de todas estas verdades biológicas sea la de comprender que nosotros formamos parte del mundo natural y dependemos de él y como resultado de esto, que el mundo natural desde que nos convertimos en la más poderosa de todas las criaturas vivientes depende como pocas cosas, de nosotros mismos.